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Instituciones y principios penales en EL QUIJOTE (I)

Aclaración: Debido a la extensión del presente artículo, he considerado oportuno dividirlo en dos entregas, de forma que en esta primera publicamos los capítulos 1, 2 y 3, es decir el delito como figura jurídica, las circunstancias atenuantes y agravantes y los delitos tipificados; y dejaremos el resto para la próxima entrega.

RESUMEN

El Quijote es una novela de aventuras en la que en la que por su escenario literario aparecen multitud de personajes que muchas veces actúan quebrantando la ley penal, empezando por el propio Don Quijote que en sus desnortadas aventuras en ocasiones se comporta como un verdadero delincuente.

Cervantes traza con maestría variados delitos cometidos por distintos personajes como el asesinato, la alcahuetería, el cohecho, el daño en las cosas, el hurto, la injuria, el maltrato a los animales, la prevaricación etc.

PALABRAS CLAVE: Quijote, galeotes, delitos, delincuentes, asesinato, hurto, injuria etc.

ÍNDICE

1.- El delito en el Quijote como figura jurídica

2.- Circunstancias atenuantes y agravantes

2.1.- Alevosía

2.2.- Legítima defensa

2.3.- Locura

2.4.- Nocturnidad

2.5.- Obediencia debida

2.6.- Reincidencia

2.7.- Trastorno mental transitorio

3.- Los delitos tipificados, aludidos en la novela (con excepción de los de don quijote)

3.1.- Preliminar

3.2.- Adulterio

3.3.- Alcahuetería

3.4.- Asesinato

3.5.- Cohecho

3.6.- Daño en las cosas

3.7.- Escándalo

3.8.- Hechicería

3.9.- Hurto

I.- Hurto de los escudos

II.- Hurto del rucio de Sancho

III.- Hurto a los viajeros de la banda de Roque Guinart

IV.- Hurto como “botín de guerra”

3.10.- Injuria

3.11.- Juego

3.12.- Lesiones

3.13.- Maltrato de animales

3.14.- Prevaricación

3.15.- Prostitución

4.- Las penas

5.- Los delincuentes

5.1.- Los galeotes

5.2.- Ginés de Pasamonte

5.3.- Roque Guinart.

5.4.- Claudia Jerónima

5.5.- Medoro

5.6.- Remeros en la galera La Presa en la que iba el cautivo.

5.7.- Don Quijote de la Mancha

6.- Colofón

Antonio Brufau

Imagen: Veleta – Jacinta Lluch Valero

1.- El delito en el Quijote como figura jurídica[1]

El delito en los siglos XVI y XVII no tenía una definición conceptual clara y concreta, dado que se confundía con otros conceptos, tales como el maleficio, el agravio, el daño, o incluso el pecado. Por ese motivo en el Quijote aparecen sin una línea definida, mezclados y confundidos.

El delito se debe castigar porque produce un daño y así en el episodio de la quema de los libros de don Quijote, su sobrina Antonia Quijana le dice al cura.

“No. No hay para que perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores”[2]

Con esas palabras está diciendo que todos los libros de caballería fueron causantes del daño, es decir, la locura que padece su tío, don Quijote.

El pecado y el delito, como hemos indicado, también se confundían y eran empleados habitualmente como sinónimos. Así en la aventura de los galeotes, cuando don Quijote los interroga para saber cual era la causa de su condena dice el narrador:

“… al primero le preguntó qué porqué pecados iba de tan mala guisa”[3]

 

Asimismo el dolo se utiliza como sinónimo de malicia, confundiendo en algunas ocasiones ambos conceptos. Así en el cuento que contó el barbero a don Quijote, Sancho, el cura, el ama y la sobrina, en el episodio que el caballero les anuncia el arbitrismo que ha ideado:

“…ponían dolo y duda en la merced que Nuestro Señor le había hecho en volverle de bestia en hombre.”[4]

 

En el mismo sentido en la conversación que mantienen en el capítulo III de la segunda parte, Sancho, el bachiller Sansón Carrasco y don Quijote, éste dice:

 

“… infinitos son los que han gustado de la tal historia; y algunos han puesto falta y dolo en la memoria del autor…”[5]

 

En la novela, Cervantes distingue perfectamente y con precisión, cuando un acto es delito y como tal merece pena, y tiene en cuenta también sus circunstancias agravantes, eximentes y atenuantes.

2.- Circunstancias atenuantes y agravantes

2.1.- Alevosía

Es una circunstancia agravante. En el episodio ocurrido en la venta donde fue armado caballero y narrado en el capítulo III, don Quijote llama “alevosos y traidores a los arrieros” y al ventero que consentía que se tratase de tal indigna manera a un caballero andante le dice:

“… que si él hubiera recibido la orden de caballería, que él le diera a entender su alevosía.”[6]

        

2.2.- Legítima defensa

Es una circunstancia atenuante. Cuando, en el capítulo VIII, don Quijote después de la desgraciada aventura de los molinos de viento, se apresta a acometer a los dos frailes de San Benito, que creyó eran unos encantadores que había raptado a una princesa que era la dama vizcaína, Sancho Panza proclama el derecho a la legítima defensa, al decir:

“… bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona, no tendré mucha cuenta con esas Leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle.”[7]

No obstante se describe con mayor amplitud esta circunstancia atenuante, en su doble aspecto, público y privado, en el capítulo XXVII de la segunda parte en la aventura del rebuzno, cuando dice don Quijote, en un florido discurso:

“Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas. La primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de Ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta en servicio del rey, en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria.”[8]

2.3.- Locura

Es una circunstancia eximente. En la misma venta, que hemos citado, donde don Quijote se armó caballero, en la que atacó despiadadamente a un indefenso arriero que se acercaba al pozo donde había acomodado el futuro caballero sus armas para velarlas, sale el ventero dando voces, ante el ataque que acababa de presenciar, diciendo:

que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco, y que por loco se libraría, aunque los matase a todos.”[9]

También cuando a raíz de la liberación de los galeotes y encontrándose don Quijote en una venta con el cura, don Fernando y Sancho, acudieron unos cuadrilleros de la Santa Hermandad y el capitán de la cuadrilla pretendió prender a don Quijote basándose en un mandamiento que llevaba para ello, y el cura con la intención de salvarlo esgrimió el argumento de la locura como eximente, diciéndoles:

“…que no tenían para que llevar aquel negocio adelante; pues, aunque le prendiesen y le llevasen, luego le habrían de dejar por loco; a lo que respondió el del mandamiento que a él no le tocaba juzgar de la locura de don Quijote, sino hacer lo que por su mayor le era mandado…”[10]

2.4.- Nocturnidad

Es una circunstancia agravante. Como nos dice Martín de Riquer en la nota 3 de la página 214 de la edición del Quijote que tomamos como referencia, en la segunda edición de la obra que realizó Juan de la Cuesta (el mismo que había editado a primera) pocos meses después de haber aparecido ésta, se incluía un largo párrafo en el que se narraba el hurto que del rucio de Sancho cometió el bandido Ginés de Pasamonte en Sierra Morena:

“… llegaron a la mitad de las entrañas de Sierra Morena, adonde le pareció a Sancho pasar aquella noche (…..) y a punto que loas dejó dormir (…) acordó hurtar el asno a Sancho Panza (…) Dormía Sancho Panza; hurtóle el jumento y antes dxe que amaneciese se halló bien lejos…”[11]

 

Es de ver que Ginés de Pasamonte aprovechó la noche para cometer la fechoría narrada

2.5.- Obediencia debida

Es una circunstancia atenuante. En el capítulo X de la segunda parte cuando Sancho se dirigía hacia el Toboso, iba hablando consigo mismo, justificándose de sus andanzas y en un inexistente diálogo con su amo decía:

“Y ¿paréceos que fuera acertado y bien hecho que si los del Toboso supiesen que estáis vos aquí con intención a ir a sonsacarles sus princesas y a desasosegarles sus damas viniesen y os moliesen las costillas a puros palos, y no os dejasen hueso sano? – En verdad que tendrían mucha razón, cuando no considerasen que soy mand   ado y que “Mensajero sois, amigo/no merecéis culpa, non”[12]

 

Está claro que Sancho se encuentra fuera de toda culpa y al considerarse un mandado está exento de toda responsabilidad. La realidad es que puede ser una circunstancia atenuante pero nunca eximente.

2.6.- Reincidencia

Es una circunstancia agravante. Cuando en la aventura de los galeotes el guarda que los acompaña y vigila, le informa a don Quijote de las actividades delictivas de cada uno de ellos, al llegar el turno a Ginés de Pasamonte, dice el narrador:

Respondióle la guarda porque tenía aquel solo más delitos que todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco…”[13]

 

En el capítulo XXV se utiliza la palabra relasos que significa reincidencia o reiteración:

“…de otra manera sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, bajo pena de relasos…”[14]

 

2.7.- Trastorno mental transitorio

Es una circunstancia eximente. En el capítulo XXIV se aprecia que Cardenio el Roto padece una lucidez y locura intermitentemente, de forma que cuando actúa en estado de locura sus actos no tendrán responsabilidad., y pasa de la lucidez narrativa de su amorosa tragedia pasa a la inesperada agresión al cabrero, a Sancho Panza y el propio don Quijote, por eso dice el escudero enfadado al cabrero:

“… que él tenía la culpa de no haberle avisado que a aquel hombre le tomaba a tiempos la locura; que si esto supieran, hubieran estado sobre aviso para poderse guardar.”[15]

 

Y precisamente por esa locura intermitente don Quijote le absuelve de sus actos, diciendo:

“Así es; pero yo sé que él no tiene ninguna culpa de los sucedido.”[16]

 

3.- Los delitos tipificados, aludidos en la novela (con excepción de los de don quijote)

3.1.- Preliminar

Son múltiples los delitos a los hace referencia el texto del Quijote, en los distintos capítulos, por lo que el derecho penal se puede considerar que es la disciplina jurídica que está más representada en la novela cervantina.

Es realmente un tema que Cervantes, por su ajetreada vida, que ya se ha comentado convenientemente, pero sobre todo por lo que conoció en sus varias estancias en diversas cárceles españolas, tenía conocimientos suficientes, conocidos de primera mano y directamente contados por sus autores, como para esmerase en la redacción de los pasajes en los que aparecen delincuentes o se narran hechos delictivos.

Prácticamente todos los delitos habituales en la España del momento, aparecen en un momento u otro, en los capítulos que componen la obra de Cervantes, con excepción del asesinato, que con verdadera intención de su autor, no tiene cabida en toda la novela.

Algunos de los delitos están tratados profusamente, como los hurtos, y otros de pasada en alguno de los capítulos, sobre todo en el famoso, y tantas veces citado, como es el de los galeotes.

3.2.- Adulterio

Se trata de una acción que ha estado siglos considerada como delito, con el agravante de una despreciable discriminación en el supuesto de ser hombre o mujer el actor de la acción y que afortunadamente ya ha desaparecido de nuestro Código Penal, pero que el siglo XVI era tremendamente grave y duramente penado.

En el Quijote aparece el adulterio en la novela intercalada del Curioso Impertinente[17]. Un triángulo formado entre Lotario, Anselmo y su esposa Camila, en el que el celoso Anselmo quiere saber si su esposa le es fiel y convence a su amigo Lotario para que la corteje y seduzca. Tanto empeño pone el amigo que acaba enamorándose de Camila y ésta de él.:

“Lloró, rogó, ofreció, aduló, porfió y fingió Lotario con tantos sentimientos, con muestras de tantas veras, que dio al través con el recato de Camila y vino a triunfar de lo que menos se pensaba y más deseaba.

Rindióse Camila; Camila se rindió…”[18]

3.3.- Alcahuetería

Tiene especial dedicación en el examen de la conducta del cuarto de los galeotes a los que interroga don Quijote. Lo curioso es que éste aprovecha la ocasión para defender, inesperadamente en un caballero andante casto y poco dado a los asuntos del sexo, un a profesión tan poco digna y reconocida socialmente. Manifiesta primeramente el quinte galeote, que le sirvió al anterior de “lengua”, que permanecía de momento mudo:

En efecto y la culpa porque le dieron esta pena es por haber sido corredor de oreja, y aun de todo el cuerpo. En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por tener asimismo sus puntas y collar de hechicero.”[19]

Diciendo pomposamente don Quijote en defensa dl delincuente:

“A no haberle añadido esas puntas y collar, por solamente el alcahuete limpio no merecía ir a bogar en las galeras, sino mandillas y ser general de ellas. Porque no es así como quiera el oficio de alcahuete, que es oficio de discretos y necesarísimo en la república bien ordenada, y que no debía ejercer sino gente muy bien nacida.”[20]

 

3.4.- Asesinato

Solo en dos ocasiones en toda la novela encontramos el delito de asesinato y curiosamente ambas en el mismo capítulo, el LX de la segunda parte.

La primera es el asesinato de Vicente Torrellas por parte de su enamorada Claudia Jerónima, que creyendo ésta que su prometido Vicente iba a casarse con Leonora y por puro despecho lo mató. Se lo narra a Roque Guinart con el ruego de que la pase a Francia para evitar el juicio y la consiguiente pena que le pudiera corresponder, y lo hace de la siguiente manera:

“… apresurando el paso a este caballo, alcancé a don Vicente obra de una legua de aquí, y, sin ponerme a dar quejas ni a oír disculpas, le disparé esta escopeta y, por añadidura estas dos pistolas y, a lo que creo, le debí de encerrar más de dos balas en el cuerpo, abriéndole puertas por donde envuelva en su sangre saliese mi honra”.[21]

Lo dejó herido con sus criados pero debido a la importancia de las heridas causadas falleció mientras lo llevaban en andas a su casa que estaba en las cercanías.

El segundo caso de asesinato es el perpetrado por el propio Roque Guinart, que a uno de sus secuaces que se quejaba del reparto que había hecho de los bienes robados a sus victimas, y así se cuenta en la novela:

Uno de los escuderos dijo en lengua gascona y catalana: Este nuestro capitán más es para frade que para bandolero; si de aquí en adelante quisiere mostrarse liberal, séalo con su hacienda, y no con la nuestra

No lo dijo tan paso el desventurado, que dejase de oírlo Roque, el cual echando mano a la espada, le abrió la cabeza casi en dos partes, diciéndole: Desta manera castigo yo a los deslenguados y atrevidos”.[22]

 

No deja de ser curioso que en una novela en la que hay bastante violencia, ya que son muchos los episodios que acaban con acciones de sangre, solamente dos son los casos de asesinato y ninguno de los dos causados por las numerosas luchas y encuentros cruentos que se producen en los distintos capítulos.

3.5.- Cohecho

Es un delito tipificado en el Código Penal español. Cuando don Quijote aconseja a Sancho al ser nombrado gobernador de la Ínsula Barataria, pone de manifiesto la buena y mala fortuna en las pretensiones de cada uno, y dice:

Otros cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfían y no alcanzan lo que pretenden.”[23]

Sin embargo es mucho más clara la referencia a este delito, cuando Sancho Panza comenta el regalo que Teresa su mujer le ha enviado a la duquesa:

“… me contento de ver que mi Teresa correspondió a ser quien es, enviando las bellotas a la duquesa; lo que me consuela es que a esta dádiva no se le puede dar nombre de “cohecho”; porque ya tenía yo el gobierno cuando ella las envió, y está puesto en razón que los que reciben algún beneficio, aunque sea con niñerías, se muestren agradecidos.”[24]

 

En la larga carta que Sancho envía a don Quijote cuando aquel ya está ocupando su cargo de gobernador, en contestación a la que había remitido antes el caballero a su antiguo escudero, y contándole como le va su gestión, le dice:

Hasta agora no he tocado derecho ni llevado cohecho[25]

 

Anteriormente en el capítulo XLIX de la segunda parte cuando Sancho esta ya gobernando su Ínsula comenta al doctor Pedro Recio:

“Yo gobernaré esta Ínsula sin perdonar derecho ni llevar cohecho.”[26]

 

3.6.- Daño en las cosas

El delito de daños supone la destrucción o menoscabo de un bien que es de propiedad ajena, pudiendo ser esta propiedad pública o privada. El detrimento o destrucción que el bien ajeno sufre al ser dañado, no conlleva que el sujeto activo del delito se apodere de él, sino únicamente el perjuicio que el bien sufra. Cualquier objeto o bien, ya sea mueble o inmueble puede ser susceptible de sufrir daños, independientemente del valor económico que este tenga, sin embargo en la mayoría de las legislaciones penales, la sanción por el delito de daños varían de acuerdo al valor de lo dañado.

En el Quijote tenemos muchos ejemplos, pero prácticamente todos protagonizados por don Quijote, como los ataque a molinos de viento, a los odres de vino, a las aceñas, al barco, al teatrillo de títeres de Maese Pedro, de los que trataremos posteriormente cuando veamos la condición del Quijote como delincuente. Solo pues un ejemplo, además de los citados, la quema de libros de la biblioteca de Alonso Quijano, por el cura, el barbero, el ama y la sobrina, que serían los responsables de la comisión del delito que se narra en el capitulo VI:

“No –dijo la sobrina-; no hay para que perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos, y pegarles fuego, y si no llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.”[27]

Y sin querer cansarse más de leer libros de caballerías, mandó el ama que tomase todos los grandes y diese con ellos en el corral. No se dijo a tonta ni a sorda, sino a quien tenía más gana de quemallos que de echar una tela…”[28]

“Estos no merecen ser quemados como los demás, porque no hacen ni harán el daño…”[29]

3.7.- Escándalo

Para el concepto de moralidad que tiene Sancho el escándalo es un delito que debe tener su castigo, y así lo propone en las constituciones que pretende imponer en su Ínsula, y lo comenta el narrador cuando hace un repaso de las mejoras que ha impuesto el nuevo gobernador:

“…puso gravísimas penas a los que cantasen cantares lascivos y descompuestos.”[30]

 

3.8.- Hechicería

Un delito frecuente y en boga en la época del Quijote que invadió la historia de España y la de Europa. Y ocasionó miles de condenas a muerte y que hoy en día no tiene el menor valor e incluso se anuncia por televisión. Es por el que condenan a galeras al cuarto galeote y que don Quijote condena y a la vez ridiculiza en el capítulo XXII en el que se narra la famosa aventura, con las siguientes palabras:

“… hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce; lo que sulen hacer algunas mujercillas simples y algunos embusteros bellacos, es algunas mixturas y venenos con que vuelven locos a los hombres, dando a entender que tienen fuerza para hacer querer bien, siendo como digo, cosa imposible forzar la voluntad.”[31]

3.9.- Hurto

I.- Hurto de los escudos

En el capítulo XXIII, cuando se encontraban en el interior de Sierra Morena, se toparon con una maleta, que contenía ropa de cierta calidad y cien escudos de oro. La intención de don Quijote es presto buscar al propietario del objeto, mientras que el parecer de Sancho es totalmente opuesto, es decir, callar y hacerse con el botín

Esta posición encontrada y dispar de ambos protagonistas es en opinión de Pérez Fernández[32], plantea uno de los supuestos jurídicos más interesantes y del que resulta responsable penal Sancho Panza. Son conductas y voluntades absolutamente distintas: la de don Quijote, generosa y magnánima, en su afán de encontrar al propietario de la maleta y proceder a su devolución, y la de Sancho, codiciosa y vil, que cegado por el oro de los escudos, quiere huir rápidamente del lugar y hacerse con lo que no es suyo, por esa razón dice el escudero:

 

“Harto mejor sería no buscarle, porque si le hallamos, y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que tengo que restituir (…). Y así fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo en buena fe, hasta que por otra vía menos curiosa y diligente pareciera su verdadero señor, y quizás fuera tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me haría franco”[33]

Después de muchas discusiones y dimes y diretes sobre la forma que debían de actuar, definitivamente Sancho triunfa en sus intenciones de hacerse con el tesoro hallado y hurta los cien ducado de oro.

II.- Hurto del rucio de Sancho

Tal como ya hemos indicado con anterioridad al tratar de la circunstancia agravante de la nocturnidad, el robo del rucio de Sancho en Sierra Morena, no está narrado en la primera edición de la obra de Cervantes, sino en otra aparecida pocos meses después. Martín de Riquer recoge el párrafo en su Quijote comentado:

Aquella noche llegaron a la mitad de las entrañas de Sierra Morena, adonde le pareció a Sancho pasar aquella noche, y aun otros algunos días, a lo menos todos aquellos que durante el matalotaje que llevaba, y así hicieron noche entre dos peñas y entre muchos alcornoques. Pero la suerte fatal, que, según opinión de los que no tiene lumbre de la verdadera fe, ordenó que Ginés de Pasamonte, el famoso embustero y ladrón que de la cadena,, por virtud y locura de don Quijote había escapado, llevado del miedo de la Santa Hermandad, de quien con justa razón temía, acordó esconderse en aquellas montañas y llevóle su suerte y su miedo a la misma parte donde había llevado a don Quijote y a Sancho Panza, a la hora y tiempo que los pudo conocer, y a punto que los dejó dormidos y como siempre los malos son desagradecidos, y la necesidad sea ocasión de acudir a lo que se debe, y el remedio presente venza a lo por venir, Ginés, que no era ni agradecido ni bien intencionado, acordó de hurtar el asno a Sancho Panza (…). Dormía Sancho Panza, hurtóle su jumento y antes que amaneciese se halló bien lejos de poder ser hallado”[34]

III.- Hurto a los viajeros de la banda de Roque Guinart

Cuando se acercaban don Quijote y Sancho Panza a Barcelona, se toparon con la banda capitaneada por el bandido Roqué Guinart, y ante el susto y temor de aquellos, les dijo el bandido para tranquilizarles:

No estéis tan triste, buen hombre, porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tienen más de compasivas que se rigurosas.[35]

Los bandidos robaron las pertenencias de Sancho y don Quijote, que más tarde por la amistad que estaban trabando les fueron devueltas. Mientras departían nuestros personajes con el bandido, llegaron a la reunión Claudia Jerónima, sus criados, y después don Vicente, con conversaciones y explicaciones que no son del caso y la muerte repentina de éste último. Marcharon Claudia sus criados con el cadáver de don Vicente y aprovechó Roque para llamar a los componentes de su pandilla, y nos cuenta el narrador:

“… mandando poner los suyos en ala, mandó traer allí delante todos los vestidos, joyas, y dineros, y todo aquello que desde la última repartición había robado; y haciendo brevemente el tanteo,. Volviendo lo no repartible y reduciéndolo a dineros, lo partió por toda su compañía…”[36]

 

Poco después, todavía en presencia de don Quijote y Sancho, atraparon a una numerosa comitiva formada por dos capitanes, dos peregrinos, y un coche con varias mujeres con seis criados y dos mozos. Reunió entre todos los asaltados una buena cantidad de dinero, con lo que el bandido decidió y dijo:

“De este modo que ya tenemos aquí novecientos escudos y sesenta reales; mis soldados deben de ser hasta sesenta; mírese a cómo le cabe a cada uno, porque yo soy mal contador.”[37]

IV.- Hurto como “botín de guerra”

En el capítulo VIII, después de la famosa aventura de los molinos, don Quijote y Sancho Panza se topan con dos frailes benedictinos y detrás de ellos un coche “con cuatro o cinco de a caballo, que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie”. Cuando los vio don Quijote, le dijo a su escudero que iba a tener una importante aventura y se puso en medio del camino y cuando se acercaron los frailes arremetió directamente contra el primero al que dejó descalabrado, mientras el asegundo ponía pies en polvorosa. Fue entonces cuando Sancho cometió una fea y censurable acción y así la cuenta el narrador:

“Sancho Panza, que vio en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno, arremetió a él y le comenzó a quitar los hábitos. Llagaron en esto dos mozos de los frailes y le preguntaron qué porqué lo desnudaba. Respondióles Sancho que aquello le tocaba a él legítimamente, como despojos de la batalla que su señor don Quijote había ganado”. [38]

 

Realmente no pudo Sancho acabar su delictivo acto porque los mozos se revolvieron y le dieron una importante paliza. Es decir que su execrable acción quedó más en tentativa que en delito, pero que de haber consumado, el producto de la rapiña no era de ninguna manera un derecho de guerra, porque no había habido tal, sino un hurto puro y duro.

3.10.- Injuria

Cuando Sancho llamó hideputa a un excelente vino que le ofreció el caballero del Bosque y éste se asombró que pudiese alabarse algo insultándolo, respondió Sancho:

Confieso y conozco que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie, cuando cae debajo del entendimiento de alabarle”.[39]

 

Pretende Cervantes en boca de Sancho distinguir entre un insulto injurioso y un insulto en broma, o incluso con intención de alabar. Es decir que no siempre una injuria será delito y habrá que saber la intención del “injuriante”, para calificar el delito.

3.11.- Juego

Estamos ante una actividad que ha estado prohibida en muchos ordenamientos jurídicos, y que incluso, hoy en día en muchos países, como España solo se puede ejercer en lugares con autorización administrativa.

En la ronda nocturna que hace Sancho como gobernador acompañado del mayordomo, el secretario, el maestresala, el cronista, alguaciles y escribanos, y pasan delante de una casa de juego donde a raíz de una gran cantidad de dinero que ha ganado un hombre se ha producido una riña, dice Sancho:

“… yo podré poco, o quitaré estas casas de juego. Que a mi se me traslucen que son muy perjudiciales[40]

Sin embargo, uno de los escribanos que le acompañan le comunica a Sancho:

Ésta a lo menos no la podrá vuesa merced quitar, porque la tiene un gran personaje (…). Contra otros garitos de menor cantía podrá vuesa merced mostrar su poder, que son los que más daño hacen y los que más insolencias encubren; que en las casas de los caballeros principales y de los señores, no se atreven los famosos fulleros a usar sus tretas; y pues el vicio del juego se ha vuelto en ejercicio común, mejor es que se juegue en las casas principales que no en la de algún oficial (artesano), donde cogen a un desdichado de media noche abajo y le desuellan vivo.”[41]

 

Dos consecuencias se sacan del párrafo trascrito, la primera que a los poderosos es difícil o imposible vencerlos, aunque se tenga a mano la vara de la ley y la segunda que determinadas actividades como el juego, es mejor tenerlas controladas que prohibirlas.

3.12.- Lesiones

Son muchísimos los episodios y aventuras en lo que los contendientes, casi siempre en medio don Quijote, resultan dañados, y corre la sangre profusamente. Es el delito de lesiones, pues, uno de los más repetidos en el curso de la novela. Vamos a dejar aquellos en los que el atacante es don Quijote, que los veremos en un apartado posterior, (el de los delincuentes) y constatemos los que él es el herido y otras personas distintas. Puesto que son muchos los casos de lesiones narrados en la novela, y para no hacer excesivamente tedioso el texto, haremos una selección de cinco casos.

En primer lugar el episodio descrito en el capítulo IV del altercado tenido por don Quijote con los mercaderes toledanos que iban a Murcia a comprar seda. En el que uno de los tres mozos de mulas que les acompañaban como defensa de sus amos ataca a don Quijote:

Un mozo de mulas de los que allí venían, que no debían de ser muy bien intencionado, oyendo de cir al pobre caído tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y llegándose a él, tomó la lanza y, después de haberla hecho pedazos, con uno de ellos comenzó a dar a nuestro don Quijote tantos palos, que, a despecho y pesar de sus armas, le molló como cibera”[42]

En segundo lugar, el triste pasaje en el que arremete contra dos frailes de San Benito:

“Y sin esperar más respuesta, picó a Rocinante y, la lanza baja, arremetió contra el primero fraile, con tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer d la mula, él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun mal ferido, si no cayera muerto”.[43]

El tercer caso es la reyerta que tuvieron don Quijote y Sancho con unos arrieros yangüeses, narrada en el capítulo XV. Después de que sin mediar palabra don Quijote y Sancho atacaran furiosamente a los arrieros, éstos, que eran muchos más se defendieron y nuestros personajes salieron perdiendo de la contienda:

Los gallegos que se vieron maltratar de aquellos de aquellos dos hombres solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas, y, cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia. Verdad es que segundo toque dieron con Sancho en el suelo, y lo mesmo le avino a don Quijote, sin que le valiese su destreza y buen ánimo…”[44]

En cuarto lugar la famosa aventura del ataque a la manada de ovejas y carneros que don Quijote creyó ejércitos, y que los pastores como venganza al destrozo que les había hecho con siete reses muertas arremetieron contra él, y así lo cuenta el narrador:

Llegó en esto una peladilla de arroyo (guijarro), y. dándole en un lado, le sepultó dos costillas en el cuerpo. Viéndose tan maltrecho, creyó, sin duda, que estaba muerto o mal ferido (…) le llegó otra almendra y diole en la mano y en la alcuza, tan de lleno que se la hizo pedazos, llevándole de camino tres o cuatro dientes y muelas de la boca…

Fue tal el golpe primero, y tal el segundo, que le fue forzoso al pobre caballero dar consigo del caballo abajo…”[45]

3.13.- Maltrato de animales

Se trata de un delito que no ha estado siempre tipificado y menos en el siglo XVI.

Actualmente está regulado en el artículo 337 del Código Penal con una pena que oscila entre los tres meses y un año de prisión. Dicho artículo dispone textualmente lo siguiente: ” El que por cualquier medio o procedimiento maltratare injustificadamente a un animal doméstico o amansado, causándole la muerte o lesiones que menoscaben gravemente su salud, será castigado con la pena de tres meses a un año de prisión e inhabilitación especial de uno a tres años para el ejercicio de la profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales”.

En el Quijote tenemos un caso evidente en el episodio del ataque a la manada de ovejas y carneros, que el caballero andante creyó que eran ejércitos y en su refriega se llevó a varios por delante:

“… se entró por medio del escuadrón de las ovejas y comenzó a alanceallas con tanto coraje y denuedo como si de veras alanceara a sus mortales enemigos…”[46]

“…los pastores, creyeron que le habían muertos; y así, con mucha priesa, recogieron su ganado, y cargaron las reses muertas, que pasaban de siete…”[47]

 

3.14.- Prevaricación

La prevaricación es un delito contemplado en todos los códigos penales de los distintos países. En el capítulo XXVIII de la segunda parte después de la aventura de los rebuznos, don Quijote y Sancho tienen una agria discusión con motivo del salario de Sancho y el enfado que éste tiene por no haberle conseguido su amo el gobierno de la prometida ínsula., que acaba con el despido laboral del escudero y unas duras palabras de don Quijote:

Prevaricador de las ordenanzas escuderiles de la andante caballería”.[48]

 

La prevaricación aparece implícita en las sentencias que condenaron a los galeotes. La ley del encaje, que, como ya hemos visto, es la resolución que el juez toma por lo que a él le ha “encajado” en su cabeza, sin tener presente ni la realidad de los hechos, ni las leyes vigentes.

3.15.- Prostitución

La prostitución es una actividad que aunque ha estado prohibida en el pasar de los siglos en la mayoría de los países, siempre ha convivido, con cierta normalidad, con todas las sociedades. Por esa razón se la llama la profesión más antigua del mundo. La tolerancia de la prostitución ha sido una nota permanente en el transcurso de la historia, de forma que aunque formalmente prohibida, siempre y en todas partes, ha sobrevivido, más o menos impunemente, unas veces de manera oculta y otras con plena permisividad a la luz del día.

En el Quijote aparece en varios pasajes y se describen y se dan los nombres de algunas de sus protagonistas. En la primera salida de don Quijote, narrada en el capítulo II, cuando el caballero (que todavía no lo era puesto que no se le arma como tal hasta el capítulo siguiente) entró al anochecer en la venta donde había de tener lugar la ceremonia de su “nombramiento” como caballero andante, y dice el narrador:

“Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido (rameras), las cuales iban a Sevilla con unos harrieros que en la venla aquella noche acertaron a hacer jornada…”[49]

“… pero como vio (don Quijote) que se tardaban y que Rocinante se daba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la puerta de la venta y vio a las dos distraídas mozas que allí estaban, y que a él le parecieron dos hermosas doncellas (…) mirábanle las mozas, y andaban con los ojos buscándole el rostro, que la mala visera le encubrí; mas como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su profesión, no pudieron tener la risa…”[50]

 

Las citadas prostitutas. que don Quijote tomó por hermosas doncellas, le ayudaron en el ceremonial de su investidura, ciñéndole una la espada y llevándole la otra una candela encendida, y cuenta el narrador la conversación que mantuvieron en esas circunstancias, el caballero y la mozas:

“Don Quijote le preguntó como se llamaba, porque él supiese de allí en adelante a quien quedaba obligado por la merced recibida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo que vivía alas tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase doña Tolosa. Ella se lo prometió y la otra le calzó la espuela, con la cual se pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada. Preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la molinera, y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual también rogó don Quijote que se pusiese el don, y se llamase doña Molinera, ofreciéndole nuevos servicios y mercedes.”[51]

Se trata, como es de ver de unas pobres prostitutas que estaban de paso siguiendo a unos modestos arrieros y que no vuelven a aparecer en la novela.

Más larga es la relación que tiene con Maritornes, la siguiente ramera con la que don Quijote se topa. Es muy diferente ya que no se trata de una prostituta dedicada exclusivamente a su pobre profesión, sino que comparte sus servicios sexuales con el trabajo de sirvienta para todo en la venta de Juan Palomeque, el Zurdo.

Maritornes, nombre que ha hecho fortuna en la literatura y en el habla corriente castellana, para denominar a las que se dedican a la prostitución, es la única a la que Cervantes describe y no sale demasiado bien parada, sino todo lo contrario, en el retrato que el autor hace de ella:

“Servía en la venta, asimismo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana (…) no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de que ella quisiera”.[52]

 

Maritornes practicando ese doble oficio que realiza escondidamente en la venta, a espaldas del ventero, concierta un encuentro con uno de los arrieros de Arévalo que pasan noche en el establecimiento, puerro como las habitaciones son de tres le toca compartirla con don Quijote y Sancho que duermen plácidamente mientras el arriero espera ansioso la llegada de la sirvienta:

 

“… se llegó el tiempo y la hora de la venida de la asturiana, la cual en camisa y descalza, cogidos los cabellos en una albanega de fustán (una red de algodón), con tácitos y atentados pasos, entró en el aposento donde los tres se alojaban, en busca del arriero (…). La asturiana, que, toda recogida y callando. Iba con las manos delante buscando a su querido, topó con los brazos de don Quijote…”[53]

 

Con la imprevista situación que se creó, se produjo un gran revuelo con golpes e insultos, además de un enfado mayúsculo del arriero que no sabía si era confusión o que la criada a última hora había cambiado de cliente:

Maritornes estaba congojadísima y trasudando, de verse tan asida a don Quijote, y, sin entender ni estar atenta a las razones (…). El bueno del harriero, a quien tenían despierto sus malos deseos, desde el punto que entró su coima por la puerta (…) y, celoso de que la asturiana le hubiese faltado la palabra por otro…”[54]

 

Debido al ruido que estaban formando en la compartida habitación, causado por los protagonistas de la historia, se despertó el ventero que entró furioso en el aposento conflictivo y viendo a su sirvienta en camisón en una de las camas, y no se aclara si enfadado por el hecho, o bien por no haber sido avisado para participar en los beneficios, le dijo violentamente a la criada:

“¿Adonde estás puta? A buen seguro que son tus cosas éstas.”[55]

Xabier Añoveros Trías de Bes
Digestum Legal

 

NOTA.- La edición “Don Quijote de la Mancha”, editado y anotado por Martín de Riquer (16ª edición). Ed. Juventud. Barcelona 2000. es la que hemos utilizado para la confección de este trabajo y cada mención que se haga de la obra de Cervantes, con la paginación incluida, estará referida a ella., y se hará de la siguiente forma: QUJOTE Cap. … (I o II ) (para indicar la parte a la que corresponde el capítulo). Pág. …

 

[1] PÉREZ FERNÁNDEZ. Ob. Cit. Págs.232-235

[2] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 67

[3] QUIJOTE. Cap. (I)Pág. 203

[4] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 545

[5] QUIJOTE. Cap.III (I) Pág. 564

[6] QUIJOTE. Cap.III (I) Pág.52

[7] QUIJOTE. Cap. VIII (I) Pág. 85

[8] QUIJOTE. XXVII Cap. (II) Pág. 742

[9] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 52

[10] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 466

[11] QUIJOTE. Cap. (I) Págs.214 y 215

[12] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 603

[13] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 207

[14] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 242

[15] QUIJOTE. Cap. (I) Págs. 232 y 233

[16] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 233

[17] QUIIJOTE. Caps. XXXIII, XXXIV y XXXV

[18] QUIIJOTE. Cap. (I) Pág. 346

[19] QUIIJOTE. Cap. (I) Págs. 205 y 206

[20] QUIIJOTE. Cap. (I) Pág. 206

[21] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 977

[22] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 984

[23] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 839

[24] QUIJOTE. Cfap.(II) Pág. 948

[25] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 913

[26] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 888

[27] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 67

[28] QUIJOTE. Pág 71

[29] QUIJOTE. Pág 73

[30] QUIJOTE. Pág. 915

[31] QUIJOTE, Pág. 206

[32] PÉREZ FERNÁNDEZ. Ob. Cit. Pág. 240

[33] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 220

[34] QUIJOTE. Cap. (I) Págs. 214 y 215

[35] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 975

[36] QUIJOTE. Cap. (II)Pág. 980

[37] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 983

[38] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 86

[39] QUIJOTE, Cap. (II) Págs. 628 y 629

[40] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 889

[41] QUIJOTE. Cap. (II) Págs. 889 y 890

[42] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 60

[43] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 86

[44] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 137

[45] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 166

[46] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 165

[47] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 166

[48] QUIJOTE. Cap. (II) Pág. 748

[49] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 43

[50] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 44

[51] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 53

[52] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 143

[53] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 147

[54] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 148

[55] QUIJOTE. Cap. (I) Pág. 149